Hoy he dado un salto hacia el vacío. He tomado una decisión arriesgada que puede que me salga bien o me salga mal. Una vez ya la tomé, y me equivoqué, pero según mi opinión, el que no apuesta, no gana.
Nos enseñan desde pequeños que soñar es muy bonito, pero debemos tener los pies en la tierra.
Nos enseñan a luchar por nuestros sueños, los cuales tienen una fecha de caducidad. Si no los consigues en tus años de juventud, abandónalos y tira hacia lo seguro.
Creo que tenemos una sola vida, en la que es cierto, nos equivocamos muchas veces. Pero, por esas equivocaciones, creo que también hay un montón de aciertos que nos hacen felices, pero no les damos importancia. Parece que solo queremos recordar las cosas donde metimos la pata, y de haber tomado otra decisión, nos hubiera ido mucho mejor.
Me niego. Pienso luchar por mis sueños. Y si me sale mal, volveré a ir a lo seguro, pero sólo para recuperarme y volver soñar mucho más fuerte y mucho más alto.
Un saludo
Buenas Noches.
David Berna
martes, 27 de octubre de 2015
viernes, 23 de octubre de 2015
De Madrid al cielo y vuelta pa bajo
Hola gente. Este es un Blog un poquito especial. Os voy a colgar las 6 primeras páginas de lo que casi son seguridad sea mi primer relato largo. Me gustaría de verdad que lo leyeseis y me dieseis vuestra más sincera opinión. Está sin corregir seriamente, pero creo que lo importante queda claro.
Muchas gracias y un saludo
Muchas gracias y un saludo
De Madrid al cielo y vuelta pa bajo por David Berna
Mi sueño de pequeñito desde luego no
era ser dj. Bueno, es que cuando yo era pequeño no existían los
djs. O al menos tal y como los conocemos ahora. En 1980 la figura más
parecida a lo que llamamos hoy dj, sería el que cambiaba los discos
en los guateques de nuestros padres. Y por supuesto, lo más parecido
a la música electrónica que había en España, yo creo que eran
Alaska y los Pegamoides.
Mi infancia no estuvo ligada a la
música. Lo más que me acerqué fué a tocar la flauta dulce en el
colegio, y por cierto de forma horrorosa. En cuanto que pude, me
libré de la absurda asignatura de música para coger la tan útil y
clave en mi vida, técnicas de estudio. Al profesor que me dio eso
deberían prohibirle volver a dar clase. Nunca jamás he tenido una
asignatura que me haya valido de menos. ¡¡Ni religión!! Que con
esa por lo menos, quedas bien en las bodas cuando el curo manda
contestar lo que dice.
Yo quería ser futbolista. Como
Butragueño. Como Chendo. Como Sanchís. Meter goles y dar la
voltereta de Hugo Sánchez. Levantar los brazos y que un Bernabeu
abarrotado gritase mi nombre.
Sí señor, me gustaba el fútbol. Con
pocos años mi padre me llevaba al campo los partidos de
pre-temporada cuando decía que había menos peligro.
Una vez, ya de más mayor, un chico de
los “malos” del colegio quería brearme. Había estado saliendo
con su hermana 2 o 3 meses y lo habíamos acabado dejando por alguna
gilipollez. El caso es que se inventó que yo la había llamado puta
para zurrarme. Yo, cagado de miedo hasta el cuello, pero obligado por
el que dirán el resto de mis amigos, había aceptado el reto.
Quedamos en el Retiro. Yo escoltados por mis colegas. Él por sus
secuaces. Empezamos a discutir, a mirarnos mal, a reprocharnos cosas.
Finálmente, cuando parecía que ya no iba a pasar nada, me pregunto
muy serio:
- ¿Tú quieres pegarte?
Yo que envalentonado por los gritos de
los demás dije:
- Siiiiiiiiiii
Y ahí fue cuando conocí por primera
vez en mi vida, cuando te sueltan una ostia como la catedral de
Salamanca de grande. Por la fuerza de semejante ostión, y por
supuesto por la de la gravedad, me caí para atrás. Los listos de
mis amigos me empujaron hacia delante, contra mi contrincante. Yo
utilicé la mortal técnica del molinillo, luego del abrazo del oso,
y finalmente la llave de te pilllo de la pierna y tiro pa rriba. Ahí
nos pararon. Gracias a Diós, porque mi cabeza no paraba de dar
vueltas y parecía que me iba a explotar la mandíbula.
Bueno el caso es que mi padre estaba al
tanto de todo aquello. Se lo había chivado el que era mi mejor amigo
por entonces, Santiago. El chaval, temeroso de mi integridad física
(muy desencadenado no iba desde luego), fué a la joyería de mi
padre para adviertirle de mis intenciones. Rafael, que es como se
llama mi padre, tratando de no avergonzarme, no había seguido hasta
el Retiro, y se había escondido detrás de un seto por si la cosa se
iba de madre y tenía que intervenir.
Sólo apareció una vez ya había
acabado todo. Primero se fue hacia mí y me preguntó:
- ¿Estás bien? ¿Te has defendido? ¿Has ganado o perdido? - Me miró el pómulo enrojecido y posteriormente amoratado y confirmó – Perdido, pero bueno, al menos no te has quedado quieto.
Entonces se dirigió hacia el otro
grupo de chicos donde estaba mi agresor. Los separó hasta llegar a
él. Le cogió por la manga de la sudadera, retorciendole un poco el
brazo. El chico le miro con ojos asustados.
- ¿Ya estás contento no? ¿Todo arreglado verdad? Pues como te vuelva a acerca a mi hijo, TE MATO.
Ese era mi padre. Sabía que me tenía
que aprender a defender y a que nadie me pisara. Pero no podía
permitir que me hicieran daño.
- Venga vámonos. - me dijo con voz autoritaria.
- ¿A donde? - respondí yo ya con hielo en la cara, proporcionado por Santiago.
- Nos vamos al fútbol. El Madrid juega contra el Barca en el Bernabeu, y el año pasado nos metieron 5. Ahora toca la revancha.
Y ahí que nos fuimos. Y como todas
las historias bonitas, tuvo un maravilloso final. 5 – 0 del Madrid
de Laudrup y Luis Enrique (si estaban en en lado blanco). Creo que
fue uno de los días más felices de mi vida. Con ostión incluído.
El gusanillo musical se me despertó a
eso de los 18, cuando un amigo, en el afán de que sus padres le
dejaran en paz en verano, y no le estuvieran dando el coñazo de que
estudiase y dejáse la Play Station 1 apagada, se había buscado
trabajo como dj de tarde en una discoteca de la zona más pija de
Madrid. Había tenido un morro gigante diciendo que tenía
experiencia en eso de poner música y se plantó con sus dos pelotas
en un cabina donde los hits más puestos eran El imperio contrataca
de los Nikis, o Historias de amor de OBK.
Niñas monas hipermegapijas, vecinas de
los mejores barrios de Madrid, echaban allí todas las tardes de
verano. Y claro, nosotros con ellas, pegados a la cabina de mi
colega, robando alguna que otra cerveza dado el bajísimo presupuesto
que manejábamos. Reálmente, eran muy buenos tiempos.
A mi me empezó a atraer, no eso de
poner música mientras los demás se divertían, sino lo de cobrar a
final de mes un pastizal (al menos lo era para nosotros) y poder
dejar de oír a tus padres preguntarte de - ¿pero tu que coño haces
con el dinero? - cada vez que se te ocurría pedirles algo para
salir.
No se porque, desde muy joven me había
gustado eso de tener mi propio dinero. Pero claro, por entonces no
tenía cosas que supiera hacer y que me lo proporcionasen. Ese mismo
verano me metí a trabajar en una empresa de trabajo temporal. Me
llamaron para desmontar una panadería. Yo lo máximo que había
visto un destornillador en mi vida era en la caja de herramientas de
mi padre. Y lo único que sabía de la caja de herramientas de mi
padre, era que pesaba un huevo y que cada vez que mi madre se le
ponía en la nariz cambiarla de sitio en casa, a mi me costaba un
cojón de pato moverla.
Allí me planté, con unas zapatillas
New Balance recién compradas, y un mono de trabajo que me consiguió
uno de los colegas mecánicos con los que mi padre jugaba al mús.
Mi jefe, era un obrero regordete, con
dos cejas tan pobladas que casi se le juntaban con el flequillo y
unas manos que más que extremidades, parecían una racimo de pollas
bien agrietadas. Debía de ser de algún pueblo andalúz cerrado,
porque apenas le entendía cuando gritaba.-Me buscó un ayudante.
“Fiti”. Sí “Fiti”, como el de Los Serrano. El chaval no
pesaba más de 55 kilos. Y fue con el que tuve mi segundo
acercamiento con la música, esta vez sí electrónica. Era fan de
Oscar Mulero. Se llevaba un mini radio cassette con una cinta de
algún antrazo donde pinchaba de residente el rey del Techno, y me lo
ponía a todo trapo, distorsionando que casi te sangraban los oídos,
al grito de: “A cuatro platos pinchando chaval!!! Acojonante!!! El
puto jefe!!! Yo me comí una tuerca y me fuí a escucharle con mis
colegas la Van Vas y casi me vuelvo loco.
Para mí hablaba en otro idioma. No
tenía ni puta idea de quien era ese tal Oscar Mulero, ni porque a
nadie le podía gustar esa aliteración de ruidos repetitivos que más
que música parecían sacados de grabar un martillo neumático. No
fue un acercamiento muy efectivo, pero oye, algo es algo.
El caso es que calzando un horno de
panadería. Perdón no lo he escrito bien.
Calzando un HORNO
DE PANADERÍA, tuvimos un pequeño accidente.
“Fiti”con su fuerza
herculea sujetaba una barra sobre uno de los salientes del horno,
mientras nuestro jefe lo empujaba hacia arriba con un gato
hidráulico. Yo según se iba levantando el horno, iba metiendo
pequeños calzos de madera unos encima de otros, para que hubiera
hueco suficiente para meter un pequeño toro mecánico. El caso es
que mientras yo deslizaba mi brazo dejabo de aquel HORNO,
Fiti debío de verse flojo de fuerzas, y soltó
la barra. Como es normal, el horno cayó a lo burro. Tuve la suerte
que acaba de sacar el brazo de debajo. Ese fue exactamente el momento
en que me dí cuenta de que tenía que aprender a pinchar.
Tras 7 u 8 minutos
gritando, acordándome de la puta madre de Fiti (del jefe no tuve
huevos, por eso de que de un bofetón suyo, me podía sacar las 4
muelas del juicio a la vez), fingí que me llamaban por teléfono de
una universidad de fuera de Madrid, donde me habían admitido y me
tenía que ir inmediatamente.
Cogí mis cosas y salí
corriendo antes de que ni Fiti ni Manos morcillas pudieran tan
siquiera reprocharme nada.
De esta experiencia
aprendí varias cosas:
- Nunca hagas curros físicos con ropa nueva – las zapatillas hubo que tirarlas dado que se llenaron de aceite de horno (dejé de comer pan).
- Nunca metas la mano donde no debes.
- Nunca te fíes de la fuerza de otra persona, y menos cuando podría salir perfectamente en un reportaje de tribus del Nacional Geographic.
Madrid, verano, y sin
trabajo. No había hecho la selectividad en Junio, así que tenía
que estudiar para Septiembre, aunque tampoco me importaba hacerme un
año sabático y esperarme al año siguiente para mejorar nota, así
que lo de estudiar lo tenía un poquito apartado. Me pasaba el
puñetero día con mi colega en la discoteca, viendo chicas, y
aprendiendo del manejo de unos platos pioneer que se enganchaban cada
dos por tres, y haciendo remixes horribles de canciones con una revox
que habíamos encontrado en lo alto de la cabina. Empezaba a hacer
mis primeros pinitos en producción.
Pasó el verano, aprobé
las asignaturas que me habían quedado. Aprobé selectividad, y con
mi pedazo de media de 5,6 me disponía a perder unos cuantos años de
mi vida estudiando alguna filología o derecho en alguna de las
universidades públicas de Madrid.
Una vez más mi padre, se
salió por los costados. Convencido de que si me ponía a estudiar
algo que no me gustaba, iba a acabar dejándolo, me hizo esa pregunta
que tantas veces te hacen de pequeño, y que durante muchos años
tienes muy clara, pero cuando llegas a los 16, se te olvida.
- ¿Tu a que te quieres dedicar?.
Como lo del fútbol lo
había desechado hacía tiempo por eso de que tenía dos pies
izquierdos y los máximos goles que había conseguido como delantero
suplente del equipo de mi clase, habían sido de rebote (porque el
balón me había dado y se había metido dentro de la portería),
había empezado a convencerme de que lo mía era escribir. Y para
escribir bien, lo que hay que estudiar es periodismo, o al menos eso
pensaba yo.
Durante mis años
infantiles había sido el precursor de numerosos periódicos de
ámbito muy local (mi curso), donde publicábamos artículos tan
importantes como los tontéos de clase, redacciones sobre las últimas
excursiones que habíamos hecho, crónicas de los partidos del equipo
de balonmano del colegio contra otras escuelas, o símplemente
sacábamos fotocopias y las pegábamos de concursos y test de la
Superpop o el Hobby Consolas.
Me gustaba la idea de
escribir en un periódico. Ser la pluma justiciera de los políticos.
Desmantelar sórdidas conspiraciones empresariales, gracias a mi
perspicacia y mi ingenio. Llegar a tener mi propia columna en alguno
de los principales periódicos del país, donde plasmaría mis
impresiones sobre los temas de más rabiosa actualidad.
Yo me lo creí, y lo tuve.
Mi padre tras llevarme a Segovia en un 205 blanco hecho polvo (no se
porque fuimos en ese coche la verdad, porque teníamos un Renault 21)
buscando la facultad de Publicidad de no se Univer, aprovecho que me
quedé dormido, para llevarme al CEU.
Cuando desperté aluciné.
Era como una peli americana de esas en las que salen las facultades,
con sus estudiantes debatiendo en el patio. Ambiente universitario
100%. Ah, a lo que también se parecía mucho este “ambiente
universitario” a las películas americanas, eran en las fiestas.
Por allí tenían niños forrados de Beverly Hills. Aquí señoritos
y señoritas andaluces, recién llegados a los colegios mayores,
acosados por los veteranos y sus novatadas.
Salían todos los días de
fiesta. TODOS. Obligados. Si no les castigaban en pijama fuera del
colegio de pié toda la noche. Y durante el día a la universidad.
Apestando a alcohol y a tabaco, que muchos no tenían ni la decencia
de ducharse.
Por entonces yo ya tenía
un trabajo regular de dj. Trabajaba en la BBC.
Bodas Bautizos y
Comuniones. Hacía menear las caderas a hombres, mujeres y niños a
ritmo de Ricky Martin, Chayanne, Juan Luis Guerra, Paquito el
Chocolatero y cristo que lo fundó. Mis fines de semana estaban
parcialmente ocupados en salones de bodas, junto a otros de mis
colegas, a 50€ la boda. Teniendo en cuenta de que las bodas eran
una media de 5 o 6 horas. No tenía carnet de conducir. Mi padre y
muchas veces mi madre, me iban a buscar y ya de paso cenaban allí.
Gasolina + cena en sitio medio chulo.... Perdíamos dinero. Pero mi
padre lo permitía, porque para él era importante que yo me ganase
el dinero. Aunque a él le costara por otro lado.
Recuerdo una de las veces,
que yo por la mañana había comido cocido en casa, y me había ido a
trabajar como a 40 km de Madrid. Mi padre vino a buscarme a las 02:00
de la mañana. A mí por entonces me daba mucha cosa eso de soltar
lastre fuera de mi casa, y llevaba con Jordan colgando del aro por lo
menos 2 horas. El caso es que cuando me monté en el coche, algo
tenía que soltar o iba a empezar a expulsar mierda por las orejas.
Empecé a tirarme pedos.
De los más mortales que hayáis olido. Puro gas mostaza. Cuando mi
padre olió el primero, empezó a insultarme llamándome guarro. Con
el segundo ya me llamó cabrón. Con el tercero amenazó con tirarme
por la ventanilla. Y con el cuarto paró el coche, me obligó a
bajar, se montó y arrancó. Yo no podía parar de reírme. El no se
fue. Yo volví a subir, y seguí cuajándome, pero con la ventanilla
bajada eso sí.
Las bodas son sitios muy
extraños. Si vas a pocas, como les sucede a la mayoría de personas,
piensas que son celebraciones maravillosas en las que la exaltación
del amor y el cariño entre familiares, amigos y conocidos está a la
orden del día. Besos, abrazos, manteos, sobres con dinero.... todo
muy bonito y maravilloso.
Cuando vas a varias por
fin de semana, durante varios años, llegas a pensar que son sesiones
de brujería donde a los invitados se les envenena con manjares y
pócimas. Luego por culpa de ellos, llegan a hacer las más extrañas
cosas que se puedan imaginar. Estos son algunos ejemplos, REALES, de
las cosas que yo he visto en bodas. Lo repito, casos REALES:
La novia abofeteando al
novio porque ha tratado (o ha conseguido, que eso no me terminó de
quedar claro) cepillarse a su prima lejana del pueblo. Todas las
amigas de la novia tumbadas en el suelo, sin bragas y con las piernas
abiertas y hacia arriba, mientras la novia “inmortaliza” el
momento con una cámara de video. La tía de 50 años borracha hasta
las trancas tratando de ligarse al pobre dj de 19 años (ese era yo,
y la tía era mu fea y mu vieja). Un boda de una nigeriano con una
española, donde la mitad de la boda eran blancos y la otra mitad
negros, y tenía que ir alternando la típica pachanga nupcial, con
los cds de ritmos reguee (o al menos eso me pareció a mí) que me
iba pasando el padre del novio, mientras bailaba haciendo una especia
de danza donde cerraba los ojos, levantaba las manos y movía el culo
de forma muy …..sexy?
Una de las mejores sin
ninguna duda, fué una boda gitana. No os vayáis a pensar mal. No
hicieron eso del pañuelo ni nada por el estilo, al menos delante
mío. Todo fué relativamente normal hasta que el marido me mandó
apagar la música. Cogieron una caja de ritmos y se puso a cantar en
honor a su mujer. Le acompañaron los que parecía debían ser sus
cuñados y pronto el resto de los inviados se pusieron a dar palmas y
a bailar. Un gitana preciosa, me sacó de la cabina y se puedo a
bailar conmigo. Simplemente me encantó.
La BBC era una empresa
piramidal. Una vez al año se reunía el jefe, con el dj más antiguo
y con más peso y el encargado del alquiler y transporte de los
equipos.Tenían una lista con todos los dj´s que trabajaban en la
empresa. Cada uno con un número. Un puesto. Y como os digo, una vez
al año, revisaban todos los puestos en función de la satisfacción
que tenían hacia esa persona, y la bajaban o subían en la lista.
Cuanto más arriba estabas, más cobrabas, más bodas te daban y en
mejores sitios. Los que estaban abajo, se tenían que conformar con
cobrar 50€ por infinitas horas y tener que ir a los salones El
Torreón en El Pardo, o como nosotros lo conocíamos, El Tostón del
Pardo.
Si tenéis pensado casaros
y no tenéis suficiente pasta como para celebrarlo en un salón
exclusivo para vosotros solos, no lo hagáis nunca en el Torreón.
Llevaros a la gente a la casa de campo, al parque de atracciones, a
cualquier merendero. Sacarles unas tortillas y unos filetes
empanados. Alquilar un campo de fútbol y echar un partido de
solteros contra casados,....Yo que sé. Pero nunca, nunca nunca, lo
celebréis en el Torreón.
El día de la boda de uno
debe de ser algo especial, exclusivo. Donde la gente que te atienda
no te digo que te tenga que querer y adorar, pero si por lo menos
tenerte un mínimo de respeto y cariño. En el Torreon miran a los
recién casados como un cheque con patas. Están terminando de cortar
la tarta y ya les están indicando amablemente que se pasen al
despacho, donde les ponen delante de las narices la factura. Supongo
que un trato así se debe a que dicha factura debe de ser muy
inferior a la que sería en cualquier otro lugar. Pero a mi modo de
ver, en estas cosas merece la pena hacer un esfuerzo.
En cuanto al trato de nos
daban a nosotros...Buffff. No nos daban de cenar o de comer, según
tocase. Ya no te digo el mismo menú que la gente de la boda, no.
Hablo de un mísero bocata. Ni eso. Si querías algo, te lo tenías
que pagar tú. Como por entonces aún no tenía el carnet de
conducir, aunque llevaba apuntado a la autoescuela un año, mis
padres me seguían llevando y trayendo. No se la cantidad de veces
que cenaron en la mierda de sitio este. Como me querían, bueno y me
quieren. Yo creo que estas son el tipo de cosas que se deben de
recordar toda la vida. Las cosas que los padres hacen por ti.
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